Sí, soy yo, yo mismo, tal cual resulté de todo,
Especie de accesorio, o repuesto propio,
Alrededores irregulares de mi emoción sincera,
Soy yo aquí en mí, soy yo.
Cuanto fui, cuanto no fui, todo eso soy:
Cuanto quise, cuanto no quise, todo eso me forma.
Cuanto amé o dejé de amar es la misma saudade en mí.
Y al mismo tiempo, la impresión, un poco inconsecuente,
Como de un sueño formado sobre realidades mixtas,
De haberme dejado, a mí, en un banco de tranvía,
Para ser encontrado por el azar de quien se me iba a sentar
encima.
Y, al mismo tiempo, la impresión, un poco lejana,
Como de un sueño que se quiere recordar en la penumbra en la
que se despierta.
De haber mejor en mí de lo que yo.
Sí, al mismo tiempo la impresión, un poco dolorosa,
Como de un despertar sin sueños para un día de muchos
acreedores,
De haber fallado todo como tropezar con la alfombra,
De haber envuelto todo como la maleta sin los cepillos,
De haberme sustituido cualquier cosa en algún lugar, en la
vida.
¡Basta! Es la impresión un tanto cuanto metafísica,
Como el sol por última vez sobre la ventana de la casa al
abandonarla,
De que más vale ser niño que querer comprender el mundo-
La impresión de pan con mantequilla y juguetes
De un gran sosiego sin jardines de Proserpina,
De una buena voluntad para con la vida recargada de frente
en la ventana.
En un ver llover con sonido allá afuera
Y no las lágrimas muertas del costar engullir.
¡Basta, sí, basta! Soy yo mismo, el cambiado,
El emisario sin carta ni credenciales,
El payaso sin risa, el bobo con el gran saco de otro,
A quien tintinean las campanillas de la cabeza
Como pequeños cencerros de una servidumbre impuesta.
Soy yo mismo, la charada sincopada
Que nadie de la ronda descifra en las fiestas de provincia.
Soy yo mismo, ¡qué remedio!
Álvaro de Campos
Traducción de Mario Bojórquez